Cuando los sexólogos hablamos de Educación sexual no nos referimos a una educación de los genitales y sus usos, sino a una educación de los Sexos; por lo tanto, a una formación que aborde sus diferencias, sus identidades, sus mixturas y sus interacciones (tanto públicas como íntimas). Cuando decimos Educación Sexual (o sea, de los sexos) sólo tratamos de que dialoguen –y cooperen sinérgicamente– estas dos magníficas facultades humanas: la de ser educables y la de ser sexuados. Nada más, pero tampoco nada menos. Se trata de poner a colaborar, al mismo nivel, a dos disciplinas que conozco bien: la Sexología y la Pedagogía.
Con más o menos conciencia y tesón –desde el siglo XVIII, o sea, desde la emergencia del «segundo sexo»– estamos construyendo un nuevo Orden Sexual: el de la convivencia y la cooperación de los Sexos. Esta construcción requiere una destrucción: hay que demoler el Antiguo Orden Sexual Patriarcal (que es también genésico, antrópico y puritano). Para ello, se acabó que los hombres vivan una vida y las mujeres otra vida del todo distinta. Se acabó que tu sexo determine tu vida, tus decisiones y tus posibilidades (incluso tu sueldo). Se acabó que sólo haya un modo de ser hombre y un modo de ser mujer. Se acabó que sólo haya un modelo de amor, un modelo de erótica, un modelo de convivencia, un modelo de relación… Se acabó que la meta de la mujer sea casarse para tener hijos (y permanecer virgen e inmaculada hasta ese momento). Se acabó que la meta del hombre sea llegar a ser el paterfamilias (o sea, propietario de esposa y prole, y sostén y sponsor de la familia). Se acabó que unos sean soberanos y las otras tuteladas. Se acabó que sólo se unan o cooperen para constituir una familia (con el propósito de procrear y criar hijos comunes). En fin, que se acabaron muchas cosas y otras muchas que se irán acabando; pues, mejor o peor, llevamos ya dos siglos derruyendo ese viejo Orden Sexual hecho de Pater, de Genus, de Ánthropos y de Puritas*.
*Son los cuatro referentes epistémicos del Antiguo Orden Sexual: Padre patriarcal, propietario y jerárquico, amo y señor; género genésico y genital que prescribe la vida entera; humano androcentrado (donde lo masculino es la referencia); purísima Pureza del alma inmaculada que combate la Carne séptica.
Ahora bien, para construir un nuevo Orden Sexual –que ya estamos levantando– se requieren unos planos que aún no hemos dibujado. No se trata sólo de no ser «lo que fuimos y ya no queremos ser», sino que toca construir «lo que queremos llegar a ser». Este nuevo Orden que ya estamos forjando interpela a la institución pública de educación formal (con propósito pedagógico y realizada en un marco institucionalizado, profesionalizado, obligatorio y universal); pero también interpela a la institución que busca la Verdad aun sabiendo que no existe; incluso a la institución que busca la Belleza. Se hace necesario un nuevo Orden de Conocimiento sobre los sexos y sus relaciones. Precisamos de estudio, reflexión, investigación, rigor, veracidad, disciplina; o sea, hemos de invertir en buscar y producir evidencias, ideas, conceptos, teorías y episteme. Así pues son necesarias una Escuela, una Ciencia, una Disciplina y una Tecnología que pretendan este Nuevo Orden Sexual. Y para producir todo eso habrá que dedicar muchas energías y muchos recursos.
Este desafío –el de la convivencia y la cooperación de los sexos– requiere de una nueva filosofía de la Cultura que tome las relaciones entre los sexos –tanto públicas, como íntimas– como un objeto de conocimiento prioritario, como un valor fundamental y como un tema central de su agenda. Necesitamos producir una Sociedad que pretenda:
• Conocer, considerar y valorar a los hombres en tanto que hombres (aceptando los muchos y diversos modos de ser hombre: desde los más masculinos hasta los más femeninos)
• Conocer, considerar y valorar a las mujeres en tanto que mujeres (aceptando los muchos y diversos modos de ser mujer: desde los más femeninos hasta los más masculinos)
• Conocer, considerar y valorar las interacciones, tanto públicas como íntimas, que unos y otras van tejiendo en tanto que sujetos inexorablemente sexuados, sexuales y eróticos que, en lo íntimo, suelen hacerse amantes, formar parejas y procrear; y que, en lo público, constituyen juntos y en inestable equilibrio de poderes y complicidades, de deseos y deberes, de atracciones y rechazos… la res pública toda (luego la ciudadanía, la política, la sociedad, la ciencia, la educación, la historia…; en fin, la humanidad).
“Comprimidos de sexo para pensar. Genus: genitales y generación.” Joserra Landarroitajauregi. Ed.ISESUS. Valladolid, 2013.